Por Asier Hernando Malax-Echevarria.
Lo único bueno de estar a las puertas del infierno, como nos señala Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, es tener la certeza de estar allí. Te abrasa el calor y la desesperación, como lo estamos viendo en el contexto global actual. No hay más debate sobre el diagnóstico, la clave es acordar y definir la estrategia, pasar de qué al cómo.
Simon Ticehurst, de Wellbeing Economy Alliance, también nos los explica en este vídeo. El tiempo se nos acaba. Al ritmo actual no cumpliremos la Agenda 2030 ni en el 2050, y en indicadores fundamentales como la seguridad alimentaria o reducción de gases de efecto invernadero vamos para atrás. Este año superamos seis de los nueve límites planetarios elaborados por el reconocido Centro de Resiliencia de Estocolmo. Estamos también en un momento de retrocesos democráticos y aumento de la desigualdad.
Ante un contexto de tal envergadura, hay ya un generalizado consenso sobre la necesidad de un cambio sistémico, esto es, un cambio a gran escala, profundo y sostenible a través de la alteración de políticas, procesos, relaciones, estructuras, valores, normas y actitudes.
¿Qué es lo que nos toca entonces a las ONG?
Reconozcámoslo, el sector de la cooperación suele tender a ser idealista y soñador. Sabemos señalar mejor el problema, que capacidad o ideas tenemos para resolverlo. Llevamos años hablando sobre la necesidad de cambios estructurales, del modelo económico, de los paradigmas de desarrollo, pero las estrategias para lograrlo han sido difusas y atomizadas.
El debate sobre la contribución a cambios sistémicos de la cooperación internaciones y las ONG es el debate sobre su relevancia, su sentido. Coincide además con un cuestionamiento al sector sobre sus lógicas coloniales y que supone también la necesidad de transformaciones para una mejor distribución del poder sobre las organizaciones sociales y comunidades.
Igual que se debe exigir a empresas, gobiernos o instituciones financieras actuar con premura y responsabilidad para ser parte de la solución de este obligado cambio sistémico, pues se nos va la vida en ello, se le debe exigir al sector de la cooperación. No podemos estar poniendo curitas con proyectos desconectados con un contexto de tal envergadura. Debemos asegurar que contribuimos realmente a un cambio sistémico y que coordinamos esfuerzos para hacerlo con escala.
Algunas de las soluciones no son nuevas, David C. Korten, en su famoso texto sobre las tres generaciones de las ONG, que más tarde amplió a cuatro, señalaba ya hace más de 30 años el camino sobre cómo debe evolucionar el sector hace ya más de 30 años. Nos decía la necesidad de contribuir a cambios institucionales de escala nacional, junto con los movimientos sociales y como parte de procesos a largo plazo. Otras, en el último reporte sobre la Agenda 2030 publicado por Naciones Unidas.
El efecto mariposa explica que el aleteo de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo, o no, como muchas veces hemos visto con los proyectos de desarrollo. De todo esto estaremos hablando las próximas semanas en The Sherwood Way, con entrevistas a diferentes personas expertas, y artículos y documentos para contribuir a que el sector esté a la altura del momento. Para que no nos achicharremos en el infierno.
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